¿POR QUÉ?
(UNA ARGUMENTACIÓN)

Salimos de una época de destrucción: destrucción masiva de las herramientas de proyección, destrucción radical de lo que quedaba de la industria fotoquímica, destrucción de los oficios y conocimientos técnicos. En menos de una década, se declaró el vuelco tecnológico mundial del cine analógico a la época digital, vuelco que transformó en profundidad su economía, su industria y sus modalidades de difusión comercial.

Esta situación amenaza hoy espacios y prácticas que deberían poder preservarse, por su misión y sus convicciones, por su lugar más marginal desde el punto de vista de la industria y de sus lógicas de rentabilidad. Si no actuamos, corremos un gran riesgo de ver la integralidad de este patrimonio físico y vivo desaparecer irremediablemente de toda sala de proyección en los próximos años.

 

Lo que rechazamos es el aplastamiento radical de una técnica por otra, y una ruptura tremendamente ciega a la integridad de gran parte de la cinematografía, sin ninguna lógica de preservación de iniciativas vinculadas a la existencia de la proyección cinematográfica, a su historia y a su futuro. La videoproyección de una reproducción digital, aun disfrazada del título “restauración digital” nunca será el equivalente de una proyección fotoquímica. Sin embargo, esta traición hacia las películas, el público, la historia de este arte y su viveza contemporánea es cada vez mas común.

A nuestro entender, y sin negar la nuevas posibilidades aportadas por lo digital, un siglo y medio de historia, esencialmente establecida en este soporte, no puede resolverse en una simple memoria digitalizada y las películas solamente así proyectadas al público. Importa que la nuevas generaciones puedan descubrir las películas tal como fueron pensadas y difundidas en su época, en el soporte vivo que es la película : vivo porque orgánico e imperfecto; porque late sobre la pantalla, porque el tiempo influye en él.

 

Las copias de las películas en la cinematecas no deben transformase en un simple patrimonio de bodegas y archivos. A pesar de las dificultades que esto conlleva, deben permanecer lugares donde es posible ver las obras del cine en su soporte original. Los archivos y las cinematecas deben ser parte de estos lugares. ¿Como se juzgaría un museo que solo presentase, sin parpadear, reproducciones en vez de originales?

Por esta razón, en el marco de las lógicas de la restauración de películas, el digital no debe ser el único fin contemplado. Se sabe que el soporte fílmico, en el mundo, es el soporte de archivo de referencia para las películas recientes, ya que la duración de vida y estabilidad de un negativo exceden de uno a dos siglos las de cualquier disco duro. En este sentido, que algunas copias fílmicas puedan circular representa un costo muchas veces marginal par los poseedores de derechos y la decisión de producirlas debe ser alentada como parte natural del proceso de difusión de una película restaurada.

También es importante pensar en todas las películas que los poseedores de derechos no podrán digitalizar, por falta de recursos, en un formato adecuado y al descarte sobre criterios económicos o comerciales que el vuelco digital representa.

 

A mas largo plazo, lo digital podría poner en cuestión la sala como espacio de recepción de películas, puesto que sus condiciones técnicas no necesitan de la obscuridad ni de la visión común. Tal vez lo que parecía una evidencia podría revelarse haber sido vinculado a un dispositivo técnico y a la inversa, esta esencia volver a cobrar todo su sentido en lugares particulares.

También, con lo digital, el depósito tradicional de copias en las cinematecas por las distribuidoras, pasada la explotación comercial, permitiendo la conservación de la película a cambio de poder mostrarla, ya no prevalece. Ingresamos de lleno a la era del pay-per-view generalizado, oponiendo distribuidoras en contra de cinematecas y, por ende, cinematecas entre sí, por las copias que poseen.